Las reunificaciones de deuda, ¿es buen momento?

Las reunificaciones de deuda fueron muy populares entre 2003 y 2007, pero parece que, como operaciones financieras, han desaparecido del mercado en los últimos años. Hay varias razones para ello.

Antes de analizar las causas, ¿qué son exactamente las reunificaciones (o consolidaciones) de deuda? Como probablemente sabrás, consiste en agrupar varios préstamos o créditos de un deudor (hipotecas, personales, tarjetas de crédito), en uno solo, por un importe igual (o a veces superior) a la suma de los anteriores, generalmente a un plazo superior al del préstamo a mayor vencimiento de los anteriores y con alguna garantía, generalmente hipotecaria.

 Para ver exactamente cómo funciona, pondremos un sencillo ejemplo numérico.

Supongamos que Juan pidió un préstamo hipotecario en el año 2000. El valor de la vivienda comprada fue de 150.000 euros, y el importe del préstamo, 125.000.

Las condiciones del préstamo, en línea con la media del mercado en esa época, fueron las siguientes:

  • Plazo: 30 años
  • Tipo de interés: Euribor 12 meses + 0,60%

Por tanto, en esas condiciones, Juan estaría pagando unos 520 euros mensuales de cuota en 2005.

Posteriormente, en 2004, decidió cambiar de coche, y pidió un préstamo personal de 18.000 euros. Las condiciones, también en l´nea con el mercado, era un interés del 8% y 5 años de plazo. Pagaría unos 365 euros mensuales durante los 5 años del préstamo.

¿Qué ocurre en 2005? Juan se da cuenta que casi todos los meses le cuesta llegar a fin de mes, y a pesar de reducir sus gastos, los pagos por los préstamos (casi 900 euros), se convierten en un problema.

Se dirige a su banco y le explica el problema. En ese momento, le queda por pagar las siguientes cantidades (en números redondos):

  • 111.000 euros de la hipoteca.
  • 15.200 euros del préstamo del coche.

En total 126.200 euros.

Su sorpresa viene cuando el banco le dice que no se preocupe, que incluso pagará menos cada mes que de la hipoteca actual. ¿Cómo es posible? Se pregunta.

La «magia» ocurrió por varios motivos:

  1. Tras la nueva tasación, resulta que su piso  se había revalorizado (siendo prudentes) más de un 60% en los 5 ños, y su tasación actual era de 240.000 euros.
  2. Por otro lado, la creciente competencia bancaria, y la política monetaria relajada del BCE, hacía posible que su banco le ofreciese un diferencial menor, sólo un 0,45%.
  3. Por último, le proponen renovar el préstamo por 30 años, con lo que la cuota será aún menor.

Y…!!Abracadabra!! La magia de la matemática financiera nos proporciona una nueva cuota de ¡¡¡515,20 euros!!! Incluso incluyendo los gastos de la tasación, la novación del préstamo, notario, etc., la cuota sería inferior al del préstamo hipotecario anterior.

reunificacion

En lo que no cayó en la cuenta Juan es que la operación le va a costar, en intereses, más de 11.500 euros respecto a su situación original, ya que en el momento de la reunificación de los préstamos, ya había pagado más de 18.000 en intereses.

Volviendo a nuestra pregunta que encabeza este artículo, ¿Es hoy un buen momento?

En nuestra opinión, no lo es, por los siguientes motivos:

  1. El precio de la vivienda ha caído casi un 40% sobre los precios previos a la crisis, lo que hice difícil que se pueda incrementar el importe de las hipotecas actualmente vigentes.
  2. Las restricciones al crédito y el endurecimiento del mercado, hacen que, si bien los tipos de partida (Euribor), están en mínimos históricos, los diferenciales aplicados por las entidades están en el entorno del 2%, por lo que las novaciones  resultan menos atractivas en esas condiciones.
  3. Los criterios de concesión de créditos por las entidades se han endurecido de tal modo que la aprobación de estas operaciones es hoy en día más compleja.

Por tanto, en resumen, parece que este tipo de operaciones tendrá un uso muy limitado, en tanto en cuanto no mejore el precio de las viviendas y se produzca una mejora de la situación económica general.

El recurso a la deuda para financiar gastos y consumo se verá muy limitado en el futuro próximo, necesitamos, pues, de mayor creatividad para incrementar nuestra liquidez y nuestros ingresos.

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¿Cuánta deuda es adecuada?

Una pregunta que muchas veces nos hacemos cuando afrontamos la decisión de endeudarnos es cuál es la cantidad de deuda adecuada o la máxima aconsejable.

No hay una respuesta cerrada y absoluta para esta cuestión. No obstante, intentaremos establecer una serie de guías generales que nos permitan tomar decisiones de endeudamiento sostenibles en el tiempo, y que nos ahorren quebraderos de cabeza en el futuro.

Este aspecto cuantitativo de la deuda lo abordaremos desde dos diferentes ángulos:

  1. La cantidad de deuda en relación con el valor o importe de la inversión o compra que vamos a realizar.
  2. El importe de pagos por deuda que podemos realizar mensualmente.

Vamos con el primero, la cantidad de deuda en relación con el valor del activo o de la compra a realizar.

Si bien no hay una regla de validez universal al respecto, podemos seguir una serie de pautas de actuación.

La primera es, aunque lógica, muchas veces olvidada, y es uno de los factores causantes de la crisis financiera de 2007-2008.  Supone nunca sobrepasar el 100% del valor de lo comprado. En los años previos a la citada crisis, ls entidades financieras financiaban más del 100% del valor de lo comprado, gracias a valores de tasación inflados respecto a los valores reales de las transacciones y a unos flujos de crédito casi ilimitados. Al empezar la crisis, muchas personas no pudieron pagar sus préstamos, pero, dado que los bancos habían prestado muy por encima de su valor, les resultaba imposible recuperar la cantidad prestada, con las consiguientes pérdidas en sus balances y otras consecuencias encadenadas.

Una segunda referencia, más previsora y conservadora que la anterior, es tomar prestado como máximo un 80% del valor de lo comprado, e incluso reducir ese importe a un entorno de un 50-70% para operaciones a muy largo plazo, o cuando se trate de financiar gastos puros o activos de pérdida de valor muy rápida. De esta manera, en el caso de necesitar vender, no tendremos la sorpresa de que el valor de la venta no cubra el importe pendiente del préstamo. Es importante tener en cuanta que, en un préstamo a 30 años, y en condiciones normales de tipos de interés (3-4%) al cabo de 5 años habremos amortizado sólo un 10% del capital, lo que en momentos de altibajos, crisis, etc, pueden causarnos problemas.

El segundo parámetro a tener en cuanta a la hora de decidir endeudarnos es cuánto podemos pagar mensualmente. La referencia a tomar aquí es la proporción entre el importe de los pagos mensuales y los ingresos netos mensuales.

El valor de referencia óptimo sería un 30%, es decir, una persona que ingresara 2.000 euros netos mensuales, no debería tener pagos por deudas superiores a 600 euros. De hecho, este es uno de los indicadores al que más importancia conceden las entidades financieras a la hora de aprobar o denegar créditos. En un país como España, de salarios bajos, y relativamente alto endeudamiento previo, resulta evidente que es necesario proporcionar más flexibilidad en este indicador. Así, el valor aconsejable estaría en un 40%, pudiendo llegar a un máximo de un 55% de nuestros ingresos en casos excepcionales, y siempre siendo conscientes de la necesidad de mantener controlados el resto de nuestros gastos.

Como hemos comentado anteriormente, estas no son reglas universales, sino referencias válidas, obtenidas de la experiencia y de la matemática financiera. Cada caso es diferente, y puede necesitar un tratamiento diferente. no obstante, mantenerse dentro de estos parámetros, dará lugar a decisiones de endeudamiento viables y sostenibles en el tiempo.

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